Se fue
Rafael Sánchez y deja un vacío difícil de llenar:
su
genio de cartonista y su lealtad de amigo.
Escuchar a los
grupos vulnerables no sólo es un deber. Atender a quienes viven en desventaja
su ciudadanía es condición sine qua non (sin la cual) para dar un paso
en firme en la búsqueda de una sociedad más justa y menos desigual. Verdad más
clara en tiempos de emergencia como el actual. Acortar distancias entre las
oficinas públicas y las ciudadanas y ciudadanos de a pie, es la primer medida que aconseja la historia, pues la experiencia
nos indica que los problemas que alcanzan la categoría de monstruos, solamente
podemos enfrentarlos con una sociedad que da confianza y respaldo a su
autoridad. Sin ello, las crisis se profundizan y se vuelven longevas.
Y esta segunda
semana de trabajo en la Comisión Estatal de los Derechos Humanos fue promover
esa proximidad con grupos y comunidades que se reclaman vulnerables y víctimas
de violación a sus derechos humanos. El día martes 10 recibimos al grupo
Guerreros Azules, que aglutina a policías jubilados y viudas de policía de
varios municipios de nuestra entidad. Les informamos que la CEDH ha emitido
tres recomendaciones atendiendo a sus respectivas quejas: dos en 2021 y una
tercera en 2024, mientras siguen abiertas dos quejas: una en Culiacán y otra en
Mazatlán (contra el Ayuntamiento de El Rosario). Fue una reunión muy productiva
y en los siguientes días se recibirán nuevas quejas.
El miércoles 12
asistimos a la comunidad de Jesús María. Las razones para asistir a este pueblo
sobran a primera vista: ha sufrido dos incursiones armadas por la autoridad
federal y con saldos que dejan huellas indelebles para toda la vida. El día 5
de enero de 2023 fue detenido en ese lugar Ovidio Guzmán, con un saldo de diez
militares y policías caídos y de 21 civiles. Las cifras por si solas indican
las mil cosas que enmarcan los momentos vividos aquella madrugada. El sábado 8
del presente mes, Jesús María vivió otra desmañanada de pesadilla cuando la
autoridad federal detuvo a un presunto delincuente. Lo narrado por los vecinos
donde se desarrolló la acción rebasa toda imaginación de quienes por fortuna no
hemos vivido esas experiencias.
Más allá de los
daños materiales que deja esta nueva acción, hay una preocupación por las
huellas que la violencia anida en las mentes de los niños y adolescentes de esa
comunidad. Nadie quiere ver formarse a una nueva generación que protagonice
hechos violentos y ponga de cabeza la tranquilidad y paz que anhela la
ciudadanía de nuestra entidad. Y la resignación ante la tesis que sostiene el
investigador sinaloense Luis Astorga Almanza no puede ser nuestra divisa: él
dice que el futuro que espera a los niños que nacen y crecen en un ambiente de
violencia y circulación de drogas, es convertirse en tirador de esas sustancias
que agreden la salud de quienes las consumen o terminar de punteros o sicarios.
Hagamos todo lo posible por impedir ese infierno.
Por ello
priorizamos la visita a todas las escuelas de Jesús María. Estuvimos en su
Jardín de Niños, donde la asistencia de alumnos aún no se regularizaba. En el
primer año, donde se inscribieron apenas siete niños, la asistencia apenas fue
de tres. Allí encontramos a una maestra dedicada a la atención de sus pupilos,
luego pasamos a una de las aulas de segundo año y nos tocó ver a un niño muy
despierto que tomaba dos piezas de material didáctico y las alineaba entre sus
manos como si fuera una arma de fuego y le apuntaba a
sus compañeritos.
El trabajo
observado en los otros salones de clase de segundo y tercer año, fue de plena
integración al trabajo, pero en ellos había una niña que con la presencia de
cualquier persona extraña se altera y entra en crisis. Son las secuelas que
deja ese entorno modelado por las jornadas preocupantes que ha vivido Jesús
María. Las maestras del Kinder, como los mentores de
las escuelas primarias, secundaria y preparatoria, cumplen con una misión muy
noble: no sólo imparten sus clases, también hacen todo lo posible porque los
daños sicológicos que dejan las lamentables jornadas violentas vividas y el
entorno especial en que se ubica la comunidad, puedan superarse de la mejor
manera posible.
En una de las
secundarias nos informan que se han preparado en primeros auxilios y que de
manera voluntaria han buscado capacitarse en simulacros sobre desastres
naturales y situaciones de emergencia como las ya descritas, con el fin de
estar en condiciones de proteger a la población estudiantil, a los padres de
familia y al personal docente y administrativo. Pero el clamor en dicha
secundaria y en todas las escuelas es que personal especializado de la SEPyC, DIF, Secretaría de Seguridad y de Protección Civil,
acudan no de manera tangencial, sino en forma suficiente y eficiente hasta
encontrar el alivio emocional del alumnado.
La Comisión
Estatal de los Derechos Humanos tiene en sus manos el material suficiente como
para compartir una parte de las preocupaciones con la Comisión Nacional de los
Derechos Humanos, para que a su vez participe en la búsqueda de no repetición
de los hechos y de corregir conductas de servidores públicos de la federación;
que por parte nuestra veremos el apoyo a víctimas en su patrimonio, en su salud
física y mental a la población de parte de las autoridades del estado. De
alguna manera del éxito de este esfuerzo puede convertirse en un modelo a
seguir para aplicar en tantas comunidades sinaloenses que sufren el flagelo de
la violencia en estos días. De nuestra parte a la preocupación planteada
sumaremos la ocupación en la elaboración de propuestas y recomendaciones,
buscando contribuir al alivio de la situación. Vale.
Profr. Oscar Loza Ochoa
Comisi n de Defensa de los Derechos Humanos en Sinaloa/Jes s G. Andrade #475 Desp. 8/Culiac n, Sin./CP 80000/ Tel. (667) 712.56.80/oscar.lozao@gmail.com