̶ Hoy martes
voy saliendo de Los Ángeles con mi trailer cargado
como todos los días, mientras los marines entran a la ciudad, ocupándola
por órdenes de Trump.̶ Dice Paco,
mi hermano. Y en su voz noto indignación y angustia por las consecuencias que
la presencia de esa fuerza federal pueda tener. Entiendo la razón que le
asiste, pues resulta sorprendente la decisión belicosa del presidente Trump, 4
mil elementos de la Guardia Nacional y ahora 700 infantes de marina con la
tenebrosa consigna de anular toda posibilidad de manifestarse públicamente
reclamando derechos humanos, de parte de la población inmigrante en Los
Ángeles.
No es la única
urbe donde hay amplias manifestaciones contra las redadas trumpianas.
Las ciudades que alzan la voz en favor de la población migrante y contra la
política que desintegra a sus familias suman 24, pero el estado de California,
en especial la Ciudad de Los Ángeles, tienen una connotación única para los latinoamericanos,
entre muchas otras razones por ser santuario natural para los ciudadanos de
tantas partes del mundo que llegan en busca de una mejor vida. Y California
sabe y asume que su prosperidad se debe sobre todo a la rica y productiva
aportación de las familias que arriban de allende sus fronteras.
Y entre los
millones de personas que llegaron a residir a California de manera histórica,
hay decenas de miles de sinaloenses o descendientes de esta tierra de la
tambora. Muchos migraron, dejando bienes, querencia, terruño, sueños y amores,
por la situación de violencia que mantenía o mantiene en vilo a sus
comunidades. La calidad de desplazados se convirtió en la de extranjeros al
cruzar la frontera nacional, como bien dice la investigadora Mercedes Verdugo.
Sin que hayan podido resolver una gran parte de sus problemas ni su estatus de
residente legal y sin contar con un número del seguro social para trabajar, ni
volver grupas para su tierra de origen, donde las causas que hicieron posible su
partida han envejecido sin perder el vigor de los primeros días. En esas
circunstancias y como una respuesta autoritaria de la administración Trump,
llegan la Guardia Nacional y los marines.
El gobernador de
California y la alcaldesa de Los Ángeles han protestado por la salida represora
que se ha propuesto el presidente. Incluso el primero, Gavin Newsom, declaró que enviar tropas sin que lo solicite la
autoridad dge una entidad es ilegal. Trump fue más
allá: amenaza con retirar los fondos federales destinados presupuestalmente a
California. Y la respuesta de Newsom es para
acalambrar al más pintado, pues señaló que lo que California paga en impuestos son
80 mil millones de dólares más de lo que recibe en fondos federales. Y señaló
que quizá sea hora de cortar con ese déficit. La tierra que tanto amaron Pío
Pico (el último gobernador) y el general Guadalupe Vallejo, es ahora la quinta
economía del mundo y con orgullo le dice a Trump que la Federación necesita más
a California, que California al Gobierno Federal.
Y la ciudad de Los
Ángeles, esa megalópolis que vio morir a Jorge Negrete, no está sola en sus
protestas contra la política inmigrante de Donald Trump, pues al menos otras 23
ciudades han levantado voz y puños señalando su desacuerdo. Como Seattle, San
Antonio, Chicago, Las Vegas, Atlanta, Nueva York o Austin. El desafío no es
pequeño, pero sí definitorio.
En la actual era trumpista muchas aristas de nuestra relación con los Estado
Unidos muestran una gran interrogante, pues el futuro en ellas es la
incertidumbre, sin más. No sólo son los aranceles al acero mexicano, cualquier
día la mirada se vuelve contra el ganado, el tomate o los autos con
participación mayoritaria no gringa. El tema migratorio domina, sin duda, todo
el espectro de la relación. Lo que pasa en territorios originalmente nuestros, donde
las deportaciones, la negación de servicios asistenciales y la represión son el
pan de cada día, nos mantiene el alma en vilo, sobre todo para quienes tenemos
familia y amigos en aquellas tierras.
Las consecuencias
de la política anti migratoria también empiezan a sentirse en las ciudades
mexicanas que ya está recibiendo a connacionales. Las familias repatriadas
buscan que las autoridades educativas reciban en las aulas a niños y jóvenes,
para que el ciclo escolar y la educación no se interrumpa por causas de
deportación. Y el regreso replantea una y mil cosas: la demanda de empleo, de
vivienda y de oportunidades en todos los espacios que dominan la vida
económica, social, cultural y ambiental. También debe entrar en las
preocupaciones el problema que implica caminar la larga travesía desde la
frontera norte hasta nuestro estado.
Y las angustias
que no han sido ajenas a Gavin Newsom, lo son de
manera más entrañable a nosotros. El riesgo de que la represión en la calle haga
detenciones y genere múltiples lesiones a los manifestantes se vuelve una
realidad cada día. Y muchos lamentamos que Eric Berrios fue asesinado frente a
su novia por policías en una calle de Los Ángeles. El hecho no se realizó
durante una manifestación, pero el odio que se promueve desde la Casa Blanca
contra los inmigrantes crea, sin duda, un ambiente enrarecido que conduce a
este tipo de consecuencias. El video que muestra el crimen en vivo es muy
claro. Todo ello nos invita a reflexionar sobre las graves conclusiones del
Gobernador Newsom: No se trata de seguridad
pública. Se trata de alimentar el ego de un presidente peligroso. Nuestra
solidaridad para toda la población que es tratada como invasora en un
territorio que nos fue despojado como acto de guerra. Vale.
Profr. Oscar Loza Ochoa
Comisi n de Defensa de los Derechos Humanos en Sinaloa/Jes s G. Andrade #475 Desp. 8/Culiac n, Sin./CP 80000/ Tel. (667) 712.56.80/oscar.lozao@gmail.com