en
el drama social y político de su tiempo y lugar.
Ernesto Sábato
El otoño nos
encontró en medio de una crisis de seguridad, que se ha prolongado
indefinidamente. Y al abordar el temprano invierno nuestro entorno crítico no
parece endulzar los días previos a la navidad y las próximas jornadas con que
se despide el presente año. 2024 cierra en medio de los sinsabores que nos
trajo una famélica temporada de lluvias que mal dibujó el venidero ciclo
agrícola invierno-primavera y, por si ello fuera poca cosa, se despide con la
peor crisis que hemos vivido en materia de seguridad.
Pero el pueblo
sinaloense ha salido airoso de otras malas rachas, como la pandemia de
influenza (gripe española) de 1918-19 o como la plaga de Los del Monte
de los años cuarenta (pistoleros de terratenientes). Hoy no tiene por qué ser
la excepción. Los factores locales e internacionales que le dan sustento a la
crisis que padecemos no son pocos ni anémicos, pero si tuvimos el coraje de
peregrinar miles de leguas para establecernos aquí y amansar estos páramos y
breñales, ¿quién duda de que esta sociedad domeñe la violencia e imponga los
reales de paz que alimentan su vocación de cultura y progreso?
En medio de
otras tempestades Inés Arredondo, Enrique el Guacho Félix, Rosa María
Peraza y Juan Eulogio el Locho Guerra, nos obsequiaron sus bellos poemas;
y en ese incómodo entorno Álvaro Rendón Moreno el Feroz, Raúl Quiroz y
muchos otros han promovido de manera incansable la lectura. Por estas sencillas
y contundentes razones, quiero compartir mis lecturas del presente año.
Empecé el año
leyendo a Yanis Varaufaquis. Su libro Otra realidad es como la Utopía,
de Tomás Moro: se cultiva la imaginación sobre otra existencia de la humanidad,
donde los problemas que hoy padecemos encuentran solución. Disfruté Seis
años con el general Francisco Villa, de José María Jaurrieta. El autor fue
el último secretario particular del Centauro y por él puede uno rescatar hechos
e historias de los momentos de persecución que no abordan los historiadores.
Incluido el golpe que la Pandemia de Influenza tuvo en diciembre de 1918 cuando
se pretendió tomar Ciudad Juárez. Luego abordé Adictas a la Insurgencia, de
Celia del Palacio. Con buen tino, Celia arranca al olvido nombres y relatos de
mujeres que lucharon por la Independencia de México. Continué con Y sigo
siendo sola, de Luis González de Alba. El autor da vida a un personaje
femenino de nombre múltiple, que está presente desde el origen de la humanidad
y que en la historia de México vivirá cada uno de los momentos cruciales del
país.
Leí a Viktor
Frankl, El hombre en busca de sentido. Es la experiencia de Frankl como
prisionero y como psiquiatra en los campos de concentración Nazi,
principalmente Auschwitz. Como brisa en una tarde de verano devoré El
infinito en un junco, de Irene Vallejo. El libro es un derroche de sabiduría
desde las primeras líneas hasta el final. Es la historia del libro al parejo de
las culturas que lo hicieron posible. Cómo dejar de leer Don Carlos, Infante
de España, de Friedrich Schiller; este drama contribuyó a forjar la leyenda
negra en torno a la vida y suerte de Carlos, hijo de Felipe II de España.
Buena narrativa resultó
La invención de la soledad, de Paúl Aster; un interesante recuento de la
vida del padre después de su muerte. Primo Levi llegó a mis manos con Hundidos
y salvados; un libro distinto a su testimonio Si esto es un hombre.
Es un análisis más amplio del fenómeno Nazi sobre los campos de concentración. Luego
me tropecé con Milán Kundera; su libro El arte de la novela. Es una
fuerte crítica al realismo literario de los países socialistas y su adhesión a
la literatura occidental. Después vendría José Revueltas, de Arturo
Anguiano; interesante ensayo: una niñez con muchas limitaciones, la calle como
escuela que llena todos los vacíos de la vida. La cárcel es la respuesta a mil
necesidades e inquietudes del niño y del joven Revueltas.
Rosalío
Hernández Beltrán, trajo a Culiacán su Demetrio Vallejo. Tuve el honor
de ser uno de sus comentaristas. La biografía, un homenaje muy merecido para el
sindicalista Vallejo. De Barcelona me trajo mi hijo José: Contra la
sostenibilidad, de Andreu Escrivá; es una crítica muy pertinente a teorías,
movimientos y políticas públicas y de los grandes monopolios sobre el medio
ambiente. Y del puerto de Mazatlán llega mi amigo Mario Martini con A
confesión de parte; es un ensayo autobiográfico, enredado con la vida
pública nacional. Después toqué a un clásico: Plauto, con su Anfitrión; brillante
general del ejército de Tebas, Anfitrión vive una ingrata historia familiar: Júpiter
se enamora de Alcmena, esposa del general; ella pare gemelos y uno se ellos
será hijo de Júpiter.
La doctora Patty
González me regaló Septología, de Jon Fosse. El Nobel de literatura
noruego, narra la vida de Asle, un pintor viudo y conocido. En la amplia obra resaltan
sus hábitos, creencias religiosas y la cotidianidad de una Noruega en cambio
permanente. Camilo Valenzuela me hizo llegar Frente Popular, un ensayo
sobre la experiencia de la Colonia Tierra y Libertad de Monterrey. Sus luchas
entre 1973 a 2023. En todo momento es bueno regresar a Miguel Ángel Asturias,
sobre todo con su cuento El hombre que lo tenía todo todo todo. La
ambición humana siempre tendrá un valladar. La vida misma es finita y la
felicidad no tiene parentesco con la infinitud. Mi amigo Arturo Santamaría
Gómez nos obsequió su Milagro de Luz, un hermoso e inquietante paseo por
la geografía, las letras y los tiempos sinaloenses en busca de nuestras
identidades e imaginarios. Cierro esta primera semana con la lectura número 20:
Plauto con El militar fanfarrón; Pirgopolínices se roba a Filocomasia de
la Corte y la aventura de su amante Pleúsicles para rescatar a su amada hará
pasar momentos ridículos al militar y morder el polvo de la derrota al final.
Feliz Navidad.
Profr. Oscar Loza Ochoa
Comisión de Defensa de los Derechos Humanos en Sinaloa/Jesús G. Andrade #475 Desp. 8/Culiacán, Sin./CP 80000/ Tel. (667) 712.56.80/oscar.lozao@gmail.com