Ha transcurrido
la mitad del sexenio y coincide con una crisis de seguridad. La coyuntura que
vivimos nos enseña que todo puede estar aparentemente marchando bien y en el momento
menos pensado se presenta un problema o un cúmulo de ellos para cambiar la
situación que le da marco a la vida institucional y social cotidiana. Eso nos
está pasando en Sinaloa. Otra de las lecciones de la coyuntura es que algunas
dificultades a las que damos cierta importancia, pero no nos quitan el sueño,
bien pueden ser la punta de un iceberg, cuya pesada base da sustento a un
riesgo de muchas aristas. Ese vértice que se asoma por encima del nivel de
flotación puede permanecer meses, años, hasta décadas, y como mantiene cierta
distancia nos acostumbramos a verlo en el horizonte, sin hacer cuentas del
peligro.
Al llegar a la mitad
de la gestión gubernamental, Rubén Rocha nos dice que la economía de Sinaloa
creció en 3.9 por ciento en el primer trimestre de este año. Un buen indicador
y ojalá se sostenga, pues el FMI considera que el PIB de México crecerá al 1.5
por ciento y el Banco de México (Banxico) lo sitúa en el mejor de los casos en
1.9 por ciento para este 2024. Hasta en el nivel del desempleo la entidad
presenta datos aceptables, pues si la media nacional es de 2.7 por ciento, el
estado registra el 2.4 por ciento. Y, de acuerdo a cifras del INEGI, Sinaloa
ocupa el sexto lugar con mejor ingreso semanal promedio. Las economías
nacionales tienen un reto muy difícil de alcanzar: tienen que crecer al 3 por
ciento anualmente para ser funcionales. No lograr ese nivel de crecimiento les
complica todo. La historia desde 2008 es muy elocuente.
No tuvimos buena
temporada de aguas en 2023 y en este año las cosas fueron peores, aunque algún
comportamiento extraordinario invernal puede aliviar la emergencia hídrica y
permitir una aportación mayor de las actividades primarias a la economía local;
mayor mérito para la Población Económicamente Activa (PEA) de nuestro estado,
pues en circunstancias adversas tenemos posibilidades de lograr el mágico 3 por
ciento. ¿Qué nos pasó en estos últimos meses? Un acontecimiento fuera de lo
acostumbrado deshebró la madeja que sostenía el tejido de la economía, la vida
social y política. El 25 de julio pasado no sólo significó la pérdida de la
vida de Héctor Melesio Cuén, destacado personaje de Sinaloa y de la libertad de
Ismael “el Mayo” Zambada. Ese día el iceberg se cimbró y empezó a amenazar la
estabilidad de todo lo que nos rodea, comenzando con nuestra seguridad.
Por eso nos
dicen que hay atención internacional sobre el informe del gobernador. No creo
que les importe mucho las cuentas de la economía local. El interés está en si
se reconoce la crisis de seguridad y cómo se atiende en sus diferentes aristas.
Nuestros “socios” en el tratado de comercio (T-MEC) son duros en sus juicios:
Canadá le puso tacha a Mazatlán como destino turístico y Ken Salazar, embajador
de Estados Unidos, ha afirmado: “decir que no hay problemas es negar la
realidad”. Lo ha manifestado ignorando soberanías y respeto al Estado mexicano.
El gobierno
estatal debe publicitar bien sus logros en estos tres años: apoyo a jóvenes y
pescadores, las obras civiles en Los Mochis que alivian los drenes colapsados, las
vialidades construidas y en proceso en Culiacán y el fortalecimiento del puerto
de Mazatlán.
Hay quienes
apuestan a un desgarre de vestiduras en el tema de la crisis generada por la
violencia, cuyos alcances en los renglones de homicidios, desplazamientos y
desaparecidos tienen una dimensión grande y dolorosa. Y sus consecuencias abarcan
la vida económica, social y política de todos, sin dejar un rincón libre de
nuestras actividades. Pero la crisis de seguridad que vivimos (humanitaria le
hemos llamado también) sin dejar de reconocer el tamaño de su impacto en la
sociedad y en la autoridad, es también y, sobre todo, una oportunidad para reelaborar
concepciones e ideas sobre la problemática que vivimos, sin que se circunscriba
solo a los asuntos de seguridad. El gobernador tiene todas las posibilidades de
salir airoso de esta crisis si es capaz de expresar una nueva y clara
concepción sobre la difícil coyuntura que vivimos y de cómo gestionará una
salida exitosa a la crisis humanitaria que vivimos.
Y en esa gestión
exitosa que deseamos, debe ser incluido el tema de la vivienda popular. El
techo para los Sin Casa, de esas familias cuyos magros ingresos no les permiten
ser sujetos de crédito para una casita. Y que no tienen seguridad social. Tener
techo propio, por más humilde que sea, da sentido de pertenencia a un barrio, a
una ciudad y a una Nación. La ausencia de patrimonio y oportunidades para salir
adelante empuja a los vicios, al desorden y a ser víctimas/partícipes de
actividades delictivas. En el tercer informe debe anunciarse un amplio
despliegue de iniciativas que permitan a los desheredados alimentar una
esperanza de techo en el corto plazo. La confianza popular en la administración
pública no se haría esperar.
Los jóvenes deben
ocupar un espacio importante en el tercer informe de gobierno y ser actores importantes
en el segundo tiempo del sexenio. El gobierno de Claudia Sheinbaum se ha
propuesto cuatro ejes para una estrategia de seguridad nacional. Y el eje uno trata
de las políticas públicas hacia los jóvenes. Hay inquietud social por conocer
ya cómo se abordará ese espacio de la estrategia de seguridad aquí en Sinaloa. La
política educativa es parte de ello, pero los jóvenes no sólo van a las aulas,
muchos tienen trabajo o aspiran a un empleo. Y buscan disfrutar de los espacios
públicos y de recreo, haciendo del deporte y actividades relacionadas con todos
los campos de la cultura, verdaderas alternativas y proyectos de vida. Con
grandes ansias esperamos ver acciones en estos estadios de la actividad humana.
Estos próximos tres años pueden ser los mejores para el estado de Sinaloa.
Ojalá les demos ese sentido. Vale.
Profr. Oscar Loza Ochoa
Comisión de Defensa de los Derechos Humanos en Sinaloa/Jesús G. Andrade #475 Desp. 8/Culiacán, Sin./CP 80000/ Tel. (667) 712.56.80/oscar.lozao@gmail.com