–Estamos empeñados en convertir a Culiacán
en la capital del bienestar. –Afirmó Juan de Dios Gámez, presidente municipal
de la tierra de Inés Arredondo. No está mal el compromiso que se ha echado a
cuestas, pero es un reto del tamaño de nuestros sueños. Esa palabra empeñada
hasta nos trae un mejor sabor de boca a quienes sólo hemos visto desfilar por
el ayuntamiento culichi a personajes ambiciosos y
políticos que responden a intereses ajenos al municipio, salvo muy contadas
excepciones. Resulta muy interesante cómo emprenderá esta tarea el arquitecto
Gámez Mendívil.
Aplicando el sentido común arriesgamos la
primera pregunta, ¿a qué se le llama bienestar? De acuerdo al informe el tema
bien puede estructurarse en mejora administrativa, ciudad ordenada y
sostenible, bienestar social, bienestar económico, servicios públicos de
calidad, seguridad y niñez. Para hablar del bienestar se puede partir de
cualquier orden, con el requisito de que se toquen todas sus aristas y no se
pierda lo esencial. De entrada, me extraña no ver el renglón de la cultura en
la estructura del informe.
Como desplegar esfuerzos para que Culiacán
sea capital del bienestar, no sóloimplica mucha voluntad y claridad
sobre lo que se busca, sino muchos recursos, bien vale la pregunta ¿Con qué
recursos se cuenta y de qué tamaño se requieren? La triste realidad de los
ayuntamientos no ha cambiado, a pesar de las esperanzas que abrió el gobierno
de Andrés Manuel López Obrador, pues la vieja centralización de la recaudación
fiscal por parte de la federación sigue vigente. El gobierno federal concentra
el 80 por ciento de los dineros públicos y a los estados baja un 20 por ciento,
que debe compartirse con los municipios, que no reciben más de 3 a cinco
centavos de cada peso recaudado.
Reconozcamos que el arquitecto comienza
bien cuando arranca con una feria internacional del libro. Y lo digo porque
siendo Culiacán una ciudad con presencia de dos universidades autónomas, un
Instituto Tecnológico, una Universidad Tecnológica, una Escuela Normal y siendo
sede o extensión de varias instituciones privadas de educación superior, solo
cuenta con cinco librerías: Gonvill, México, Casino
de la Cultura, UAS y Escamilla (centralmente libros usados). Y los que venden
libros de viejo en el Parque Revolución (expulsados de la Plazuela Obregón).
En contraste, en nuestra ciudad y áreas
rurales, abundan los expendios, farmacias y cantinas en menor medida. Interesante
resulta saber cuántos museos, bibliotecas y salas de lecturas hay en Culiacán
por cada cien mil habitantes, la misma proporción resulta atractiva sobre áreas
verdes, deportivas, espacios de uso común, respecto a lo que reclama una ciudad
para su desarrollo. Un estudio de 2015 (no conocemos uno más reciente), nos
dice que Culiacán cuenta con 4.99 metros cuadrados de área verde por ciudadano.
La ONU recomienda que sean 16 metros cuadrados por habitante y la OMS pide al
menos 9 metros cuadrados/hab.
Pero hablar de bienestar, es voltear a ver
con mucha sensibilidad la huella que nos dejó la pandemia, sin olvidar la
pobreza y marginación que arrastramos históricamente en Culiacán. No hubo
programas para atender a todos aquellos que fueron despedidos de su trabajo
durante la fuerte presencia del Covid-19, para los vendedores ambulantes,
quienes fueron confinados en sus hogares por 100 días por recomendación de las
autoridades sanitarias. Para las trabajadoras domésticas que desemplearon sin
apoyo alguno, no hubo alternativa; sin olvidar un gran número de micros,
pequeñas y medianas empresas. Hay una deuda que debe atenderse sin dilación.
Trabajo informal implica desempleo inmediato
anterior y casi a la par una situación de no tener casa propia. Pagan renta,
viven arrimados con otras familias o son parte de una invasión de terrenos.
Todo ello implica precariedad, ausencia de seguridad social y mil dificultades
para que los niños de esas familias asistan con regularidad a la escuela y con
escasas posibilidades de escalar a la educación media superior y a la educación
superior. Bien hará el presidente municipal y el H. Ayuntamiento en acercarse a
estas familias y procurarles una base existencial (terrenos y programas de
vivienda) que les permita una vida más humana.
Las zonas más marginadas demandan la
existencia y funcionamiento eficiente de comedores comunitarios, pues ellos son
un complemento necesario para garantizar las tres comidas al día y, al menos
una, con la calidad que requiere un organismo para estar sano. Y al alimento
del cuerpo siempre habrá que sumar el alimento del espíritu. Abrir bibliotecas
públicas y salas de lectura en las colonias, estimularía el apego a continuar
la escuela, alejarse de tantas tentaciones que hoy llevan a muchos jóvenes a
cumplir con una sentencia (conclusión) del investigador culichi
Luis Astorga Almanza, en el sentido de que los niños que nacen y se forman en
ambientes marginados, de exclusión social, donde la violencia es pan de cada
día y sin oportunidades a la mano, terminan de tiradores de droga, de punteros
o de sicarios. Que el proyecto Culiacán, capital del bienestar, tome forma.
Vale.
Profr. Oscar Loza Ochoa
Comisión de Defensa de los Derechos Humanos en Sinaloa/Jesús G. Andrade #475 Desp. 8/Culiacán, Sin./CP 80000/ Tel. (667) 712.56.80/oscar.lozao@gmail.com