Llevamos sobre
nuestros hombros el peso de la historia,
con sus bronces y
con su sangre,
con sus irrisiones y con sus mezquindades.
David Huerta
Quién puede negar que el Informe de
Encinas sobre el caso Ayotzinapa es piedra angular. Y
siéndolo, es natural que después de 8 años del doloroso evento que le da razón
de ser al informe, provoque fuertes reacciones en favor y en contra de dicho
documento. Los implicados en la lamentable noche de Iguala del 26 de septiembre
de 2014 no eran vecinos circunstanciales y despistados de aquella ciudad del
estado que lleva el nombre del prócer Vicente Guerrero. Eran funcionarios de
primer y segundo orden, también de tropa, del mundo local y federal. Incluyendo
a protagonistas de diferentes niveles del mundo del crimen.
La indignación por la desaparición de los
43 estudiantes de la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa,
no se quedó en los muros de la institución educativa, ni en las provincianas
calles de Iguala. El país mismo no pudo contener tanto dolor y coraje. Y
entonces el mundo entero abrió sus brazos multicolores para abrazar la causa de
los desaparecidos, dar consuelo a las familias de los 43 estudiantes y a toda
una nación agraviada, diciéndonos que no estamos solos y reclamando justicia
plena para el caso; lo mismo en Londres, en París, en la sufrida África en la
legendaria Asia, en la enigmática Australia y en la entrañable Latinoamérica.
Esta hermosa solidaridad internacional
obligó al Estado mexicano a la detención de una buena parte de los presuntos
responsables de los hechos en la Noche de Iguala. También aceptó que un Grupo
Internacional de Expertos Independientes (GIEI) fuera coadyuvante en las
investigaciones. Se abrió una amplia investigación sobre el caso, pero se buscó
salvar a personeros del sistema cuya responsabilidad en los hechos no puede
ocultarse. La llamada “Verdad Histórica”, presentada el 7 de noviembre de 2014
por Jesús Murillo Karam, Procurador General de
Justicia, centró la atención en las acciones de policías preventivos de Iguala
y Cocula, completadas por miembros del grupo criminal
Guerreros Unidos. La suerte de los estudiantes corrió, de acuerdo a esa versión,
a manos y bajo la voluntad de esos policías y agentes del crimen.
Y si los integrantes del GIEI no le
encontraron muchos asideros a la “Verdad Histórica”, el pueblo mexicano no se
quedó atrás: la sospecha del primer momento se convirtió en la certeza posterior
de millones de compatriotas y que Alejandro Encinas reconoció llanamente en su
informe: ¡Fue el Estado!
El informe de Encinas invita a realizar un
balance sobre el comportamiento de los poderes políticos ante el Caso Ayotzinapa: El Ejecutivo, primero con su cuestionada
“Verdad Histórica” y ahora con el gobierno de AMLO buscando esclarecer los
hechos; el Congreso de la Unión atendió la emergencia con legislación en
materia de desaparición forzada de personas. Y el Poder Judicial que destaca
por sus desatinos con la liberación de la inmensa mayoría de los detenidos.
La campaña contra el informe de Encinas no
se hizo esperar. Y no han sido manifestaciones aisladas o declaraciones mal
hilvanadas. Basta ver las más estridentes y las que vienen de instancias
involucradas en la responsabilidad de la desaparición de los jóvenes de la
Normal Rural de Ayotzinapa, para sentir cómo el
interés vivo toma la palabra y gesticula buscando desacreditar el trabajo
realizado. Los voceros orgánicos (esos que estuvieron tan cerca de los
funcionarios de ayer y siguen siendo su segunda piel), a pesar de la
contundencia de las investigaciones, no dejan de prenderle velas a la “Verdad
Histórica” y condenar el informe.
Si bien es cierto que el informe tocó
algunos callos y emplaza a la Fiscalía General de la República a concluir la
investigación que inició la Comisión de la Verdad, reconozcamos que aún falta
mucho terreno por recorrer. No ha sido posible repatriar a Tomás Zerón de Lucio y hacerlo comparecer ante un tribunal para
que responda por el engaño que significa para la nación la llamada “Verdad
Histórica” y el delito de tortura a los detenidos; no será fácil llevar ante un
juez a quien fue Secretario de la Defensa Nacional y a Enrique Peña Nieto, pero
en el informe de manera muy clara se habla de responsabilidad por acción, por
omisión y por negligencia. Imposible evadir las tres conductas señaladas.
Nos queda pendiente la principal
preocupación: no saber el paradero de los 43 estudiantes de Ayotzinapa.
El Poder Judicial de los tiempos de la Noche de Iguala sigue siendo el mismo.
Las nuevas 83 órdenes de aprehensión no garantizan que se llegue a buen puerto
en los juicios, pues las magulladuras infligidas a la justicia en las 140
causas que encierra el Caso Ayotzinapa (con 101
sentencias de libertad), dejan a familiares de los 43 estudiantes y a la
sociedad mexicana con más agravios que esperanzas. Ante todo
ello tenemos una certeza: el informe de Alejandro Encinas vale oro. Es parte
del patrimonio de nuestra memoria histórica. Defendamos el informe y no dejemos
solo a Encinas. Cumplió con su tarea. Cumplamos la nuestra. Vale.
Profr. Oscar Loza Ochoa
Comisión de Defensa de los Derechos Humanos en Sinaloa/Jesús G. Andrade #475 Desp. 8/Culiacán, Sin./CP 80000/ Tel. (667) 712.56.80/oscar.lozao@gmail.com