TAREAS SIN
MAÑANA
La
Comisión Interamericana de Derechos Humanos tiene un nuevo jefe:
Emilio Alvarez
Icaza. Enhorabuena para América Latina.
Hay tareas que no aceptan el mañana. Y
si nos damos el lujo de no atenderlas ahora sólo agravaremos la situación ya
preocupante de amplios grupos sociales. Comento algunos de esos problemas.
Los maiceros –columna vertebral de
nuestra agricultura- tienen que recurrir a la movilización pública de sus
asociados para que les paguen el precio acordado por tonelada. Para los
monopolios que acaparan la producción del maíz y para la autoridad cómplice no
es suficiente el castigo de las heladas y sequías con que arrastran los
agricultores desde hace dos temporadas. Ellos suman la especulación con el
precio y los tiempos para el pago.
“Sin maíz no hay país” dijeron nuestros
productores sinaloenses en la década pasada, cuando vieron la amenaza de las
importaciones masivas de maíz con la complacencia de las autoridades. Y a pesar del persistente
incremento de los precios de los alimentos a nivel mundial, se prefiere
especular con cereales importados a la ejecución de un amplio programa que
rescate al campo y garantice la soberanía alimentaria.
Precisamente frente al desahucio de los
silos y Almacenes nacionales de depósito y de las políticas crediticias hacia
el campo, saldo que arrojó el Tratado de libre comercio con Estados Unidos y
Canadá, hoy más que nunca “sin maíz no hay país” es el axioma que da sentido no
sólo a la agricultura, sino a nuestro ser nacional.
Las reiteradas medidas de política
económica que empujan hacia una crisis mayor, tan recurrente en los últimos
años en México, hacen temer las justificaciones que el presidente español
Mariano Rajoy expresó cínicamente el pasado día 11 de este mes, para imponer
incrementos al IVA y fuerte golpe a los salarios y pensiones de los
trabajadores: “No disponemos de más ley ni de más criterio que el que la
necesidad nos impone.”
Otro problema es el de los jóvenes
rechazados de las escuelas públicas. Más de 13 mil sinaloenses fueron
rechazados de escuelas preparatorias y universidades para el próximo ciclo
escolar y, según estimaciones de la organización “una oportunidad para todos”,
del ciclo escolar que concluyó en junio otros ocho mil se quedaron fuera de las
aulas. Al menos hay 21 mil jóvenes con aspiración frustrada de continuar su
educación y sin el consuelo de que el mundo laboral los absorberá de inmediato.
Si el Servicio nacional del empleo (SNE)
ha calculado bien, el 58% de los jóvenes en Sinaloa están
desempleados. La cifra no es para arrojarla al cajón de los recuerdos o
considerarla otro dato más de nuestro perfil socioeconómico. Esa cifra es
similar a la que padecen los jóvenes de Grecia, Italia y España, y las
consecuencias políticas y sociales que ello ha acarreado en esos lugares ya las
conocemos.
Hay dos elementos con los que nuestros
jóvenes están contando: las promesas de campaña del gobernador Mario López
Valdez y los recursos con que sí cuenta Sinaloa para atender la emergencia de
este sector social.
El tercer problema que está tocando
dramáticamente a nuestras puertas es el de los desplazados
por la violencia. Es un grupo social extremadamente vulnerable y que acumula
varios indicadores preocupantes. No han podido reasentarse, tienen problemas de
salud, son perseguidos o acosados, con niños que perdieron el ciclo escolar,
sin empleo, entre otros muchos apuros.
Si se sigue ignorando esta emergencia,
creyendo que los problemas que padecen son sólo de
ellos, nos estamos equivocando terriblemente. Preocupa que desde la
desesperación que viven los desplazados nos cuestionen
y no encuentren una respuesta solidaria. Ricardo, un desplazado del sur del
estado, declaró: “Pero estamos en un país que no se entiende. No estamos en
revolución ni nada, y por eso no entendemos la violencia.” Yo agregaría que
tampoco entendemos la ausencia de solidaridad de nuestra parte.
No hay como las derrotas para avivar la
inteligencia, dice Paco Ignacio Taibo II. No se ve
claro esto en Sinaloa. Vale.