LA PROCURADURIA
Y LA NADA
Nosotros
nos vamos y este conflicto va a seguir.
Romeo Langlois
Me temo que el principio de fatiga ha
ganado definitivamente a la Procuraduría General de Justicia del Estado. Es
cierto que por donde no le llueve le cae sereno, pero basta echar una mirada a
la herencia que arrastra y a los asuntos que se incorporan a diario, para estimar
la magnitud de la tarea. Pero eso es una parte del problema, la otra es la capacidad
de la institución para enfrentar el mundo de trabajo. Simplemente no se ve por
dónde.
Si los nuevos funcionarios creyeron que
los discursos estridentes espantaban a los criminales organizados y a los de
ocasión, esperamos que 17 meses después de intentarlo ya se hayan convencido
que no es el caso para Sinaloa. El Procurador y su equipo cercano no pueden
comprometerse a ir más allá de las fuerzas y las posibilidades reales de la
Institución. Y para determinarlas se debe comenzar con el a, b, c: precisar la
estructura de la Procu, el tamaño del personal que
atiende las averiguaciones previas, su calificación, su rendimiento y su
fidelidad hacia la Institución.
El asunto de los salarios ha sido un
recurso manido para hablar de los bajos rendimientos y las infidelidades del
personal. Por fortuna ese problema ya no es mayor. Sin embargo, la mejora en
los ingresos no se ha reflejado en un mayor rendimiento en las tareas, sobre
todo de los asuntos más graves.
Tampoco puede pasar por alto que la
policía ministerial, pieza central en la investigación, no depende de la
Procuraduría. Sus tiempos e intereses corren por diferentes carriles, lo que
dificulta sobremanera la acción común. Y la corrupción, la entenada que se
invitó sola no sólo anda por los pasillos de los ministerios públicos, ¿se
tendrá ya una estimación de hasta dónde ha llegado?
Aun podemos agregar que las concepciones
que prevalecen sobre la procuración de justicia,
sobre los problemas sociales y las organizaciones defensoras de los derechos
humanos, son una cosa que pesa demasiado en la orientación y destino de la
Institución.
Desde hace años la Comisión de Defensa
de los Derechos Humanos en Sinaloa y familiares con desaparecidos establecieron
una mesa de trabajo con la Procuraduría. Los resultados ofenden la dignidad de
las familias víctimas de ese delito de lesa humanidad, pues muchas de ellas no
vieron avances en las investigaciones después de meses, incluso años, a pesar
de los testimonios que había y de los datos aportados por familiares. La
necesidad de trabajar, las urgencias de la vida familiar y la profunda
desilusión por la parálisis de la procuración de justicia, han llevado a esas
familias a abandonar la lucha y la búsqueda de sus familiares.
Al menos una de las familias que
mantenía presencia y afanes por encontrar a uno de sus miembros desaparecido,
sufrió amenazas, secuestro y extorsión. Esa nueva tragedia la obligó a
abandonar el estado de Sinaloa. Uno y otro delito están impunes.
El pasado día 18 de mayo, la Cddhs hizo llegar al Gobernador Mario López Valdez la recomendación
02/2012 sobre la tortura en Sinaloa. El documento fue turnado al Procurador. El
trato que se da a la recomendación no deja de llamar poderosamente la atención:
para la Procuraduría sólo pueden emitir recomendaciones la Comisión Nacional de
los Derechos Humanos y la Comisión Estatal de derechos Humanos y cita para
ellos la vieja legislación nacional y local al respecto. No quiere saber más.
Lástima que pase por alto las reformas a
la Constitución local de 2010 y las reformas a la Carta Magna de 2011, en las
que hay un halo de aire fresco sobre las caducas concepciones que siempre han
negado las iniciativas de los organismos no gubernamentales. Y lástima que
quieran ignorar los compromisos contraídos por México al firmar los Acuerdos
Finales de la Convención de Viena de junio de 1993, en los que se compromete a
escuchar y apoyar a esos organismos.
Es una pena también que la desmemoria
actual pretenda borrar que durante los gobiernos de Francisco Labastida, Renato
Vega, Juan Millán y Jesús Aguilar, fueron atendidas y aceptadas al menos el 40
por ciento de las recomendaciones que se les hicieron llegar, con el sustento legal que la legislación nacional e
internacional de la época permitían.
A ello hay que agregar que la pena se
agranda, pues con ello se busca ocultar el gran problema de la tortura que sí
existe y porque la Procuraduría no se deja ayudar por los organismos de la
sociedad.
La Procuraduría no puede eludir su
destino. Y si la brújula se le ha extraviado sólo encontrará el camino si
marcha junto a la sociedad. La burocratización y la descalificación de quienes
aportan elementos para la solución de problemas, son parte del enorme problema
que tiene que superar la Procuraduría. Es tiempo de enderezar rumbos. Vale.