JUSTICIA
MEXICANA CONTRA LA PARED
Un sistema
idóneo de justicia penal es aquel que,
basado exclusivamente
en normas jurídicas y no en criterios de conveniencias
u oportunidad
política, sanciona a los responsables de los delitos.
OACNUDHM
Estos días son cruciales para la
justicia mexicana. La primera sala de la Suprema Corte de Justicia de la Nación
deberá resolver el caso Florence Cassez. El ministro
Arturo Saldívar es el ponente. Y todo el país sabe
desde hace días que la propuesta que sustenta es la liberación de la ciudadana
francesa, sentenciada a 60 años de prisión por el delito de secuestro.
La noticia ocupa buen espacio en los
noticieros, en los diarios y en los comentarios de la calle. Desgraciadamente la
reflexión y el análisis objetivo no dominan los espacios que los medios
dedican al problema. Y es que los
propios medios fueron vehículo para difundir el montaje que preparó Genaro
García Luna sobre el caso, cuando Florence fue presentada ante los medios.
Se privilegia lo sentimental al tocar el
problema en esos medios y se reproduce la vetusta concepción que defiende las faltas
de policías, ministerios públicos y jueces a nuestra legalidad, como la única
posibilidad de justificar los procesos
penales y las sentencias que de ellos resultan.
El presente momento obliga a opinar, a
no quedarse cruzados de brazos, pues son varias cosas las que están en juego,
principalmente la supervivencia de legalidad en México y la autonomía
del Poder Judicial. Vayamos por pasos: hoy no está en discusión ni es materia
para la SCJN la responsabilidad de
Florence Cassez en la comisión del delito de
secuestro.
Lo que está en manos de la máxima
instancia del Poder Judicial ahora es si las autoridades mexicanas se ajustan
al estado de Derecho al procurar e impartir justicia o simplemente nuestra
legalidad es parte del paisaje que da marco a trasnochados discursos de frívolos
políticos.
Pensar en que alguien que fue acusado y,
sobre todo procesado y sentenciado por un delito, salga luego de prisión, es
algo que difícilmente podemos digerir. Aunque no confiemos en las autoridades
ni en los sistemas de procuración e impartición de justicia, simplemente no lo
aceptamos. Pero el Artículo 20
Constitucional, es muy claro en su fracción IX: “Cualquier prueba obtenida con
violaciones de derechos fundamentales será nula”. Y la fracción X no deja en la
generalidad el problema, pues mandata que, “los principios previstos en este
artículo, se observarán también en las audiencias preliminares al juicio.”
Por no observar estos principios, en
Sinaloa hemos tenido que lamentar que los responsables
de la muerte de Jorge Aguirre, defensor de los derechos humanos hayan recobrado
su libertad. Alegaron tortura en las horas en que estuvieron en manos de la
policía y pudieron probarlo. Las autoridades estaban convencidas de la
responsabilidad que tenían en esos hechos y nosotros también, pero las
violaciones a los derechos humanos de los procesados, arruinó todo el juicio.
Salen los partidos políticos a declarar.
Y es lógico que la derecha defienda su vieja concepción y práctica
violatoria de derechos humanos, pero no
nos explicamos que el PRD manifieste una posición de conveniencia. Incongruente
con sus postulados, prefiere no perder simpatías en época electoral a mantener
una postura firme en defensa del estado de Derecho.
Y las incongruencias dan rostro ahora al
Estado mexicano, pues mientras exige respeto al debido proceso a los Estados
Unidos, en los casos de miles de mexicanos detenidos y procesados allende las
fronteras, se olvida de sus deberes en la materia a su interior.
En la coyuntura, entendamos que las
víctimas están en todo su derecho de mantener la opinión expresada de que se castigue a los
responsables de delito de secuestro y nos explicamos que no vean si se
cometieron violaciones o no a los derechos humanos de los presuntos
responsables.
Muchos mexicanos hemos esperado que los
organismos de abogados salgan a opinar en masa, dando luz sobre el problema y
lo que está en juego. No ha sido así. Pero en medio de todo, aún con la
orfandad de expertos de cabecera, hay que reconocer que el ministro Arturo Salvídar
ya dio un paso muy importante de preocupación ante las viejas y reiteradas
prácticas que ofenden el debido proceso, y que con su iniciativa da la
oportunidad a que la SCJN avance un trecho considerable para sentar bases de
verdadera autonomía frente a los otros poderes de la nación, especialmente el
Ejecutivo.
Hay elementos de última hora que dejan
una marcada preocupación por los riegos que implican. Este viernes estuvieron en
la SCJN el consejero jurídico de la Presidencia, Miguel Alessio
Robles y el Subprocurador Jurídico de la PGR Alejandro Ramos Flores. Cabildearon
con los ministros. Hicieron llegar a los ministros los argumentos del Poder
Ejecutivo, con la abierta pretensión de que pautar la decisión de la primera
sala de la SCJN.
Ya no dejó el Poder Ejecutivo que el
Poder Judicial resolviera con la autonomía que le corresponde en la división de
poderes. Y si la sociedad civil tampoco empuja para que la suprema corte actúe
sin el yugo del Ejecutivo en los próximos días, adiós autonomía y adiós
esperanza de que funcione en México un verdadero sistema de impartición de
justicia. Vale.