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MUJERES EN UN 8 DE MARZO

Mujer de mil nombres, de mil caras, de mil horas.
Julio César Pavanetti

En el relleno sanitario de Culiacán ha encontrado el pan y una nueva familia. Doña Conchita ya no ve el amanecer entre montes vestidos  de pinos y alisos, la violencia le ha obligado a dejar su pueblo, casa y patrimonio. Ahora sobrevive, como muchas otras mujeres pepenadoras, en medio de montañas de basura y maquinas del ayuntamiento.

Mientras tanto la imagen de Clara Zetkin crecerá este 8 de marzo, recordando su incansable labor como pacifista durante la I Guerra Mundial, su defensa de las mujeres frente a su marginación y su explotación como trabajadoras, y su iniciativa para conmemorar el 8 de marzo como día de la mujer, en recuerdo de las obreras que fallecieron en el incendio de una fábrica de Nueva York en 1909.

Pero también estarán presentes las mujeres que en Ciudad Juárez, Sinaloa y en todo el país son víctimas de la violencia. Hay decenas de ellas en calidad de desaparecidas sin que haya un reconocimiento oficial del problema. La memoria colectiva retiene los nombres de la maestra Lourdes Huerta y Cristina Rocha de Herrera, desaparecidas en la década de los setenta del siglo pasado, pero no olvida a las ausentes de los últimos meses y años.

La violencia de género, pero sobre todo la que ronda cada pueblo, cada plaza y cada calle, está cobrando un creciente número de vidas entre las mujeres; ello es motivo para protestas sociales importantes y de preocupación permanente de organismos nacionales e internacionales especializados en el tema.

El 8 de marzo debe dar espacio para hablar de esas mujeres que son jefas de familia del 28 por ciento de los hogares mexicanos, responsables de llevar el sustento a sus hijos y de forjarlos como ciudadanas y ciudadanos de bien. Muchas de ellas con trabajos tan modestos y mal pagados como domésticas. Y en ese creciente ejército de mujeres trabajadoras incluyamos con toda la admiración que merecen las jornaleras, las vendedoras ambulantes y las que desde minúsculas empresas elaboran pan, cosen ajeno, hacen tamales y todo tipo de mercancías para ayudar a sobrellevar las miserias de sus modestos hogares.

Más allá de las estadísticas y números de la Procuraduría de Justicia, de la Secretaría de Seguridad Pública y del Cepavi, sobre mujeres maltratadas, presas o registradas en conductas antisociales, debe imponerse la autocrítica por el entorno social que aún se niega a compartir equitativamente los bienes materiales y morales con el género femenino.

En este año electoral no podemos dejar de mencionar a las mujeres que incursionan en política. Siguen luchando a brazo partido por una igualdad que aún se  dibuja lejana. Los partidos todavía tienen cuotas del 33 por ciento en candidaturas de género (obligados por la ley) y regateadas en las elecciones pasadas por la figura de juanitas.

Destaquemos a quienes se han dedicado a la academia y que no sólo abren espacios muy importantes en las aulas, en los laboratorios, en las gerencias de empresas, direcciones de escuelas y en oficinas públicas; hay novedades de interés general en medicina, en aportaciones para la ingeniería, en investigaciones de economía y en todos los campos del quehacer científico.

En este día 8 y durante cada uno de los minutos de marzo hagamos un sincero reconocimiento a las aportaciones económicas, políticas, sociales y culturales de la mujer. A las mujeres trabajadoras en todos los frentes de empleo, a las desempleadas, a las estudiantes y sobre todo concibiéndolas como madres, esposas, hijas, hermanas y compañeras inseparables en los cambios que reclama esta estresada sociedad.

Feliz día internacional de la mujer, bajo el compromiso de hacer algo porque los días críticos de doña Conchita la del basurón y todas las mujeres que como ella llevan el dolor de su existencia a flor de piel, conozcan mejores tiempos. Vale.